Tiza y código secreto                                              05/01/2023

Cinco de enero. La tarde prometía silencio. Me equivocaba.

Vivía el momento simple y sublime de comerme mis ansiados espaguetis en salsa Primavera…Un día con numerosos contratiempos me había hecho pensarlos de mañana y prepararlos luego con mucha demora. Se aproximaban las cinco de la tarde. Sin embargo, finalmente, me los iba a comer… Y en invierno hay que comer rápido, porque todo se enfría antes, especialmente si como hoy, la calefacción de toda la casa se ha echado a perder (primera sorpresa del día).
En ese sentido, traté de hacer un balance entre el disfrute y la rapidez. Ya iba por el tercer bocado cuando el timbre sonó. Wolfgang salió corriendo a abrir la puerta, fastidiado porque se le iba a enfriar la pasta.

—¿Quién era? —le pregunté.
—Ya sabes… los Reyes Magos que vienen a cantar desde el 5 de enero. Les dije que no era necesario. ¡Y, además, quieren que les pagues! Alemania…
—¿Y les cerraste la puerta? ¿A los Reyes?
—Si, claro…bueno, les di las gracias.

El tenedor voló por encima de la mesa. Me imagino la cara fría y sorprendida de mis espaguetis. Ellos tienen conciencia del amor profundo que les profeso. Sabía que comprenderían…

Empecé a llamarlos, a los Reyes, temiendo que ya se hubiesen marchado. Pero al medio minuto una voz cantarina respondió diligente: “Hallo, wir sind da!” (¡Hola, aquí estamos!).

Y allí estaban: Gaspar (con rostro femenino), Melchor, Baltasar; y la Estrella.

En algunas regiones de Alemania, sobre todo al sur del país, “Los Tres Reyes Magos” visitan  los hogares. Desde el 5 de enero en la tarde, cuando comienza la celebración cristiana de la Epifanía; y hasta el día 6, niños y jóvenes con el atuendo de Los Reyes Magos, llamados “Sternsingers” (cantores de la estrella), tocan a las puertas, entonan canciones de bendición para el hogar, piden una donación que esperamos beneficie a los menos favorecidos y, finalmente, completan la ceremonia dejando una inscripción hecha con tiza blanca en la parte superior de cada puerta: “20*C+M+B*23”.

 

He de confesar que, algunos años atrás, en este país de técnica desmesurada, pensaba que esas inscripciones eran una especie de número de catastro que certificaba algo. En cierta forma me equivocaba, porque se trataba de un certificado, pero celestial.

 

Aunque parece también una misteriosa fórmula alquímica (quizás ese sea su efecto real); el mensaje señala las dos primeras cifras del año en que se realiza, seguidas por el asterisco que simboliza la estrella de Belén. Luego vemos las iniciales en latín de Christus Mansionem Benedicat -Dios Bendiga esta Casa-, las cuales coinciden con las de Sus Majestades: Caspar, Melchior y Balthasar. Se finaliza con el año en curso.

Nuestros Reyes cantaron un villancico afinadísimo. Luego, un espigado Baltasar, pidiendo mi permiso, hizo la inscripción en la puerta. Yo quedé sorprendida en la tarde silenciosa, como suspendida por una revelación que aún no logro descifrar.

 

Los espaguetis, fríos, me esperaban sonrientes.

Nahir Márquez

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