Memorias en lata                                                           junio 2021

 

—Mamá, ¿cómo coso este dobladillo? Necesito el hilo rojo.
El hilo está en la lata, Clara. Tráela y siéntate, que te enseño.
¿Qué lata?
—¿
Cuál va a ser, hija? la de Blancanieves.
Recuerdo la conversación como si la estuviera escuchando ahora mismo, fue en mi primera casa y en mi segundo rol, corría el año 1936 y yo era “la lata de los hilos”.
El tío de Clara se enamoró de mí en la vitrina de la Pattisserie Normande. Era un oscuro invierno de 1928 y yo brillaba con los colores recién nacidos del taller de Duchamp, quien tenía su pequeño negocio de hojalatería artística, en la calle Herriot de Lyon. De allí, lo recuerdo todo: las prensas, las cizallas, el olor de los barnices, el trabajo que le costó moldear mis bisagras; y los ojos de Duchamp…
Mi primer cometido: ser el regalo del segundo cumpleaños de Clara; mi primer contenido: galletas tipo macarrón. Me hace tanto bien recordar a veces, el fino olor de la almendra mezclada con el azúcar que por entonces me acompañaba…
He pasado por mucho en estos 93 años … pero los tiempos más ingratos los viví sin duda entre 1938 y 1945; y no fue precisamente a causa de la guerra, sino a raíz de mi viaje a Estados Unidos. Podría decir, sin temor a ser injusta, que el responsable del rechazo que sentí, tiene nombre: Walt Disney.
Viene a mi memoria el día en que mi dueña de entonces, quiso regalarme como un valioso objeto a una niña muy pálida de unos diez años, quien al verme dijo con desparpajo: “¡pero la que está allí no es Blancanieves, esa no es la verdadera, no es como la de la película”. Esa misma escena se repitió muchas veces, desde que a Disney se le ocurrió crear su versión de Blancanieves, en 1937.

 

Ahora, mis colores son menos frescos y estoy un tanto oxidada, pero en buenas manos. Volví a Europa hace algún tiempo. Mi dueña actual me vio en una feria de antigüedades (bueno, ya me he convertido en una), y me escogió al instante. Es curioso que no haya puesto nada en mi interior. Creo que me quiere por lo que soy. Me doy por satisfecha.

 

Nahir Márquez

 

Elaborado para el taller: “Escribir con los 5 sentidos”, con Rosa Ribas. Instituto Cervantes, Frankfurt

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